Miro atrás y suspiro (ufff)… una historia de una joven mujer que ha soñado y vivido en un mundo de fantasías y momentos mágicos… en donde una princesa es una mujer que tiene que estar bien portada en todo momento, hacerlo todo bien y siempre estar bien.
No recuerdo que en los cuentos que me contaron hubiera alguna mujer embarazada! y creo que nunca me imaginé así. Pero contra todo pronóstico médico y cuento de hadas, me descubrí embarazada, casada y con una vida latiendo dentro de mí.
En un principio recibí bien la noticia, ya había egresado de la Universidad, estaba casada y tenía más de 20… este argumento duró el tiempo que toma caminar dos cuadras de una pequeña ciudad… después apareció el llanto desconsolado y una mezcla de emociones: angustia, felicidad, y no sé cuántas más sensaciones encontradas…
Las familias de los nuevos padres no estaban muy felices con el nuevo hogar… La situación de salud se empezó a complicar, mis carnes fueron desapareciendo hasta que una talla 6 quedaba gigante sobre mi cuerpo… No era cómodo para mi pretender lucir mi embarazo… Pese a todo eso me sentía una mamá feliz, hablaba horas con mi bebé… a pesar de que mi alrededor se tornaba de una manera que no me agradaba.
A los tres meses de gestación de mi hija, se escuchó el primer: ¡urgencias! Y sí, me realizaron una apendicectomía. Sin embargo algo hermoso ocurrió antes de comenzar la cirugía, un médico le dijo a mi bebé: «no te puedes mover para que puedas en unos meses nacer» y ella, mi princesa, no se movió para nada durante 20 días, como sí supiera y estuviera cuidándonos…
Ya en las últimas semanas de gestación hubieron complicaciones, papá lloraba, pero gracias a Dios cuando mi bebe tenía 38 semanas nació por cesárea. En la clínica habían más de 10 mujeres de la familia esperando por conocerla… fue un acontecimiento magnifico: la primera hija, la primera nieta… Y sí, ella es una niña magnifica: noble, inteligente, seria y llena de energía, tiene un carácter fuerte acompañado de un buen corazón…
Aunque para mí se presentaron complicaciones en todos los aspectos: salud, economía, matrimonio, familia, en fin; en ese entonces lo único realmente perfecto era – y sigue siendo – el amor de Dios y mi niña. El tiempo que pasábamos ella y yo ha sido inolvidable: madrugábamos juntas, nos bañábamos en la ducha – aprendí a hacerlo todo con una sola mano, porque mi brazo derecho la sostenía con fuerza -, y también la llevaba a la universidad a realizar la tesis; con todo lo que implicaba: estudio, biblioteca, reuniones, viajes.
Hasta que de repente se escuchó nuevamente: ¡urgencias! Así que papá y mamá tuvimos que pedir ayuda para cuidar a nuestra hija porque me tuvieron que tratar con medicinas, unas de estas anticonceptivas, ¿anticonceptivas?, si, se necesitaban para disminuir el tamaño de unos quistes… sin embargo ¡wow! ¡sorpresa! después de 2 meses de tratamiento y contra las probabilidades, me confirmaron que tenía 7 semanas de embarazo, esperaba mi segunda bebé.
Al enterarme de mi segundo embarazo paso lo mismo que con mi primera bebe, después de caminar un poco, lloré desconsolada sintiendo lo mismo que con la primera… sentimientos que poco a poco se transformaron en una valentía y felicidad indescriptibles.
Mi situación de salud se complicó, porque en lugar de disminuir, los quistes aumentaron en número y tamaño. Fue un embarazo de alto riesgo, afortunadamente siempre he contado con el apoyo de una gran familia que cuido de mi, de mi primer niña y de la bebé que esperaba.
Mi segunda bebé nació también por cesárea, esta vez a las a las 36 semanas, además me hicieron una ooforectomía unilateral y pomeroy. La vi de reojo porque inmediatamente se la llevaron a UCI (unidad de cuidados intensivos), me decían que posiblemente ella estaría allí al menos un mes. Fue difícil ir a verla a la incubadora, mi cuerpo estaba débil y no resistía, me desmayaba al caminar, había perdido mucha sangre en la intervención… pero mi bebé es una niña valiente, a los 5 días estuvo en casa, su papá la vistió para salir de la clínica, la sostenía en una mano. “Es una negra linda” en palabras del abuelo (osea mi papá), el primer miembro de la familia que la conoció.
Cada una de mis hijas fue una única historia, he sido mamá primeriza con ambas: Nuevas experiencias, nuevas emociones, nuevas situaciones. Soy feliz con mis dos hijas, son mi motor en la lucha de cada día. Y así lo han sido:
- Terminé mi trabajo de grado junto a ellas. Por cierto, ayudó mucho la paciencia de mi compañero de tesis, es una gran bendición, un gran amigo. Además del apoyo de mis hermana, mis padres… no sé qué hubiese sido de nosotras tres sin su apoyo.
- Continuamos mamá e hijas en casa y papá viajando por trabajo.
- Conociendo a mis hijas:
- La una cuidando sus cosas y la otra desbaratando todo.
- La más grande en silencio y calma, la pequeña ocasionando un terremoto.
Las dos son lo mejor de mi vida, han sido una bendición única, un tesoro invaluable elevado al cuadrado… y así nuestra vida se sigue construyendo con hermosas experiencias de vida, con todo y sus complicaciones.
Les recuerdo que la segunda parte la encuentran aquí
Recuerda que si quieres contar tu historia de mamá primeriza (de manera anónima) puede hacerlo aquí.